En este capítulo se repasan las manifestaciones neurológicas más importantes de las enfermedades autoinmunes sistémicas que con mayor frecuencia se presentan en forma de afectación del sistema nervioso, central o periférico. A menudo, la evaluación diagnóstica de los pacientes con alguna enfermedad autoinmune sistémica y clínica neurológica entraña bastante dificultad. Ello se debe a que la forma clínica de presentación puede ser muy variada, en ocasiones grave, y a que el diagnóstico diferencial es muy amplio, ya que abarca enfermedades infecciosas, alteraciones metabólicas, neoplasias o los efectos adversos del tratamiento de la propia enfermedad autoinmune. En general, el diagnóstico se basa en la historia clínica y la exploración física, que dan lugar a la sospecha clínica. Ésta se confirmará con los datos de las exploraciones complementarias, entre las que destacan los datos aportados por las pruebas de imagen, sobre todo la resonancia magnética o el análisis del líquido cefalorraquídeo. Por lo que respecta al tratamiento, éste se basa en la mayoría de las ocasiones en el uso racional de los corticoides, a menudo en forma de pulsos endovenosos al inicio, asociados a inmunodepresores y/o a fármacos biológicos.